sábado, abril 02, 2005

+CINE/ La sombra del caminante




Sinopsis

Es ahora y están en Bogotá – Colombia. Mañé un hombre entrado en los cincuenta, de extracción campesina, humilde, desempleado y con pocas opciones de conseguir trabajo debido a su condición de “incapacitado” (le falta una pierna y utiliza prótesis) por lo cual es víctima de burlas y abusos, vive en un inquilinato en la Candelaria (centro) y un día, ejerciendo la actividad de moda “el rebusque”, conoce al “caminante” un hombre de pocas palabras con particular indumentaria y oficio. Este par de personajes se hacen favores mutuos y se convierten en algo así como amigos por conveniencia. Parece que no tuvieran nada en común, pero cuando Mañé le cuenta su historia al caminante éste descubre que tienen un doloroso vínculo a razón de la violencia y el conflicto armado del que ha sido escenario por más de 40 décadas nuestro país.

La historia se desarrolla en el inquilinato, en las calles del centro y en los cerros orientales de Bogotá. La cinta se presenta en blanco y negro y fue filmada en video digital. El guión también fue escrito por Ciro Guerra. La producción la realizó Jaime Osorio. Los papeles protagónicos fueron interpretados por César Badillo (Mañé) e Ignacio Prieto (el caminante).

El director



Para quienes frecuentan las salas de cine del centro y no lo tienen presente, imagino que al ver la foto reconocerán el rostro de uno de los visitantes más asiduos del Triángulo de las Bermudas del Cine en Bogotá (Mambo - Cinemateca Distrital - Sala Fundadores)

Ciro Guerra, hoy de 24 años, tenía 19 cuando comenzó a filmar la Sombra del Caminante; este cinéfilo de cineclub y cineasta de “la Nacho” rodó la película con un apretado presupuesto de ocho millones de pesos, lo que trajo como consecuencia un ritmo de trabajo muy intenso y pesado y bastantes anécdotas que corroboraban su visión del país que quería contar. El director comentó:

“Yo creo que si uno quiere llegar a un punto emocional tiene que partir de donde está parado; y la idea era llegar a lo universal pero a partir de nuestra situación, de la forma en que yo y la gente que he conocido vivimos el país. No me interesaba una película que pretendiera no ser colombiana. Quería ver a dónde podía llegar partiendo de lo colombiano y me parece que no puedo voltear la cabeza”

Reseña



Es plausible el hecho que un director tan joven (en cuanto al referente nacional) con una trayectoria de apenas cinco cortometrajes y con escasos recursos haya dado a la pantalla gigante un producto que ha sido reseñado favorablemente por la crítica internacional y haya logrado obtener galardones como Premio Cine en Construcción del Festival de Cine de San Sebastián, Premio Coral al Mejor Cartel Cinematográfico del Festival de La Habana, Premio del Público “Intramuros” en el Festival de Cine de Toulouse, Mención Especial de la Federación de Escuelas de Imagen y Sonido de Iberoamérica FEISAL en el Festival de Cine de Mar del Plata y finalmente el Premio Especial del Jurado en el Concurso de Cine Colombiano del Festival de Cine de Cartagena.

El éxito de esta cinta también debe atribuirse a la producción de Jaime Osorio y al arduo y costoso trabajo de edición y posproducción que tuvo un proceso riguroso y efectivo (de 2 horas con 50 minutos se llegó a 1 hora y 20). Sin embargo, ese carácter documentalista y subjetivo hace que la película tenga un efecto impactante y contradictorio. Si bien es cierto que la narración visual y estética del centro de Bogotá no tiene nada de ficción no es necesario ser tan explícito al mostrar, en un producto que podría viajar por todo el mundo, la imagen del país tercermundista, ubicado en un recóndito rincón del globo, en el que el centro de su capital tiene como escenario un circo, esa misma imagen, real si, pero plana y me atrevo a decir superficial de nuestra idiosincrasia.

El país, ni siquiera Bogotá, es solamente el aglutinante sector de la carrera séptima con todo lo que este concurrido sector y su vida de barrio muestran en la película y que indudablemente se percibirá en el exterior. Ya tenemos suficiente con la imagen desvirtuada que muestran las películas norteamericanas sobre la Colombia exuberante y tropical en donde salen del aeropuerto chivas cargadas de bultos, gallinas y con pasajeros con aspecto de indígenas mexicanos, peruanos o ecuatorianos. No digo que se tenga que mentir, solo que se podría mostrar nuestra realidad de una manera menos sectorizada que va a redundar en un referente global para el espectador que no conoce la ciudad y ni se diga de quien no conoce el país. Además, esta “realidad” se muestra de manera ambigua al incorporarle una reforzada ficción como lo es el negocio del caminante. Me parece valioso e importante el hecho de criticar la indolencia e indiferencia del dolor ajeno, ¿pero, por qué mostrarle al mundo de la misma manera la verdad de la algarabía en las calles de nuestras ciudades, la pobreza y el rebusque que la falacia de un negocio tan absurdo y poco productivo que puede ser cargar personas en una silla amarrada a la espalda?

La música: piano, leve, sutil, pero carente de emoción, casi pasa desapercibida, la música no te guía en el recorrido, no es un valor agregado, simplemente te acompaña en algunos momentos.

El guión: Hay algunos clichés y frases pobres.

Actuación: Inés Prieto actúa bien, Cesar Badillo se esfuerza por hacerlo bien e Ignacio Prieto se esfuerza también pero con menos éxito.

Ciro quería ver reflejada a Colombia en su ópera prima, concienciar a los espectadores sobre nuestra realidad y fue muy claro al mostrar la ausencia de respeto por el débil y noble, la negligencia del estado en cuanto a los derechos humanos, el abandono de nuestra ciudad, la impunidad de los actores de la guerra, la falta de conciencia de los jóvenes y los viejos, la amarga vida de la calle. Ciro quería mostrar el país al desnudo, pero mezcló realidad y ficción, hizo una película algo surrealista, le imprimió la visión documentalista, se la ve en los encuadres, en los ambientes recreados con la opaca fotografía. Imprimió su estilo en una película poco convencional que para nada es una obra maestra, pero es un atisbo de que puede lograr cintas con gran contenido y un desarrollo visual y dialéctico más universal.

Me gustó ir al cine y sentarme a ver una película que salió de la mente y del esfuerzo de un cineasta quien demostró que los jóvenes colombianos no son pusilánimes y que su incipiente carrera debutó dando pasos grandes y firmes, obviamente me hubiera gustado más que fuera una gran obra maestra, de ahí mi crítica, porque se que al cine colombiano le falta mucho en dedicación, recursos técnicos, económicos y apoyo más que en calidad de recursos humanos y ganas de hacer excelentes producciones nacionales.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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