jueves, febrero 17, 2005

+PERSPECTIVA/ Entre dos mares y dos males ¿hay uno menor?

¿El conflicto armado o la guerra civil entre la clase acaudalada y la clase trabajadora? Ningún colombiano está exento de sufrir uno de estos embates que no son más que la procedencia del terrible brete socio-económico que por este tiempo nos ofrece el panorama nacional. Por ahora, auspiciada por la experiencia se me ocurre hablar de lo segundo, en esta ocasión dejemos de lado el conflicto armado del cual mucho se ha dicho y aún hay mucha tela de donde cortar.

Como siempre lo digo, no se trata solamente de vapulear, se trata de buscar una catarsis, escribir para compartir y aprender, es solo un punto de vista, el mío.

La aguda crisis del capitalismo global, de la cual no es fácil liberarse, ha ingresado con gran ímpetu a nuestra nación (la cual pende de un gobierno autoritario con una práctica neoliberal que le ha dado bastante poder al sector financiero), propiciando un efecto demoledor en el mercado laboral generando desempleo, mayor subordinación, horarios y contratos laborales injustos con beneficios unilaterales.

En el país del sagrado corazón ahora es un milagro conseguir un empleo ni se diga de quienes aspiran obtener un trabajo digno y bien remunerado, este es un ideal muy lejano de alcanzar, pero como el que no trabaja no come, ni le puede dar de comer a su prole, por ahora el desempleado busca una ocupación que por lo menos le sirva para suplir sus necesidades básicas, las cuales han variado: por ahora importa tener dinero para poderse transportar diariamente a su lugar de trabajo, poder lograr que su familia coma al menos una vez al día y completar el dinero para matricular a sus hijos en los colegios distritales y eso ya es para darse por bien servido teniendo un salario de $381.500 “hay que darle gracias a Dios”.

Si van a trabajar para ganar el dinero con que comprar la comida para poder tener la energía para ir a trabajar…”


Indudablemente la reforma laboral trajo consecuencias nefastas para los empleados de cualquier rango salarial, se ve una marcada explotación mediante la absurda ampliación de la jornada de trabajo, la eliminación de las horas extras y la flexibilización de las condiciones de contratación, dándole toda la ventaja al empleador. Ahora se ve en casi todos los anuncios laborales “disponibilidad completa de horario”, “habilidad para trabajo bajo presión”, “que no esté estudiando”, todo esto obedece a una política de empleo esclavista con visión taxativa para beneficio exclusivo del patrono. La vieja frase “el trabajo dignifica al hombre” es completamente obsoleta, desde la perspectiva colombiana se podría decir “el trabajo agravia al hombre”. Cómo lo dice en una canción la agrupación colombiana Skampida, este sistema laboral es un círculo vicioso en donde lo que se “gana” trabajando se gasta en el esfuerzo para trabajar.


Por qué hemos de sentirnos reconfortados al estar empleados cuando no se tiene la oportunidad de estudiar, de ver a los hijos despiertos, de compartir con la familia, de tener vida social, distraerse y entretenerse en actividades diferentes al somnífero y asolador tratamiento de la televisión (colombiana). Alguien me hizo un comentario un día, dijo que debía sentirme agradecida por tener un buen empleo, que el estrés, la tristeza, la mala digestión y la depresión eran el precio que tenía que pagar por tener un sueldo como el mío; esa es la mentalidad que desafortunadamente pulula entre nuestra sociedad, mal de muchos, consuelo de tontos, se ve por doquier, ya el trabajo es un favor, no es un derecho y se debe agachar la cabeza y agradecer por la caridad que está haciendo una empresa al ofrecer una vacante.


Cada día estamos más oprimidos, más ahogados, más ciegos, más incultos, menos preparados para la lucha de enfrentar nuestros destinos, día a día se debe batallar la guerra del centavo, la educación está cada vez más restringida, se limita el acceso a los pocos que tengan los medios económicos, la fuerza laboral colombiana está empobrecida, carece de conocimiento así se tengan el interés y las capacidades. La resignación, que no es una palabra ajena a la idiosincrasia colombiana, está acabando con las esperanzas, los sueños y está embotando la capacidad de surgir en quienes a parte de ser pequeñas piezas que fortalecen la maquinaria del sistema son engranajes inamovibles que no dan oportunidad de soslayar esta durísima realidad. Nos estamos perdiendo, estamos dejando de lado nuestro proceso evolutivo, nos regalamos a un ente absorbente y terminamos siendo entes absorbidos.


Si todo continúa así, pronto la se popularizará la famosa dieta de agua de panela con papel. Tristísimo saber que vivimos en un país tan rico, con una posición geográfica privilegiada y estratégica tanto para la diversidad de productos como para la comercialización de los mismos y ver que el poder económico está concentrado en un reducido grupo que manipula, roba, abusa y empobrece. ¿Si nos damos cuenta de esto que pensamos hacer?

lunes, febrero 07, 2005

+PERSPECTIVA/ El hombre moderno Colombiano, hijo del tercer mundo

Lo que va a leer a continuación no es la verdad absoluta, no es la respuesta a algo, es más bien una serie de preguntas que me hago diariamente cuyas respuestas deseo encontrar. También quiero que usted se cuestione y que formule sus propias respuestas, por lo menos con inquietudes empiezan a surgir ideas. Mi sugerencia: no piense como nadie más, piense como solo usted lo hace (así admire a Nietzsche o a Kant) y despierte más inquietudes en los demás.
No temo que me vean con ojos objetivos y que me critiquen, no temo que no les guste, mas bien aspiro a que lo que escribo a continuación les genere alguna reacción. Disfrútenlo y los invito a que escriban sus comentarios en esta página.


No se que hacer, soy todo aquello que no sabe hacia donde dirigirse –suspira el hombre moderno… De esta modernidad estamos enfermos
Friedrich Nietzsche


En los años cincuenta se acuñó el término “Tercer Mundo” para referirse a los países de Asia, África y América Latina poco avanzados tecnológicamente, con economía dependiente de la exportación de productos agrícolas y materias primas, altas tasas de analfabetismo, crecimiento demográfico galopante y gran inestabilidad política, hoy, medio siglo después, en la era de la tecnología inalámbrica, en la que se pueden hacer viajes turísticos al espacio y cuando en los países “desarrollados”, entre otras cosas, el derecho a la educación no es vulnerado, un país con tantas posibilidades geográficas y económicas como lo es Colombia no se ha podido liberar aún del desdeñoso apelativo “tercermundista”, ¿será que no ha podido, no ha querido o no le han dejado? ¿Qué o quienes somos Colombia?

La ignorancia acucia, golpea y limita la mentalidad del hombre “moderno” colombiano; la mediocridad, la masificación, la pereza mental, el querer ser como los demás, ocasiona la pérdida de la autenticidad, mutila la creatividad solo porque es más fácil y más seguro estar protegido por “el montón”. Todo esto se ve reflejado en gran parte de la población colombiana y los efectos son: crecimiento lento e irregular, pobreza persistente, injusticia social e inseguridad personal; por otra parte, muchos colombianos están ávidos de democracia, desean una sociedad civil cada vez más articulada y activa, están exigiendo la participación ciudadana en el diseño de las políticas públicas, y su implementación. Esa afanosa búsqueda de soluciones a través de la democracia, abre importantes posibilidades de acción para políticas renovadoras; urge pensar en nuevas ideas y en aspectos cruciales, entre ellos: ¿cómo diseñar políticas económicas con rostro humano?, ¿cómo articular estrechamente las políticas económicas y las sociales?, ¿cómo mejorar la equidad al pertenecer al continente más desigual del todo el planeta? Pero, lamentablemente, el mal manejo de todos los recursos, la política del clientelismo, la ambición desmedida, el dinero y el poder concentrado en unos pocos tienen al país plantado en un cejo desde donde cada vez mirar hacia arriba es menos esperanzador.

Por ejemplo, los niños colombianos sufren de irrespeto, desamor y tienen un alto riesgo alimentario, las elevadas cifras de pobreza del país son aún mucho mayores en los infantes, muchos de éstos trabajan obligados por la pobreza y en muchos casos en condiciones que afectan seriamente su salud y a costa de su educación, se tiene conocimiento de las altas cifras de niños que mueren anualmente a causa de enfermedades prevenibles o controlables en las zonas más oprimidas del país.

¿Qué sucede entonces con los jóvenes? Quienes tienen la suerte de no tener precedentes tan caóticos no se salvan del influjo de una sociedad tan indocta y amañada como la de este país. Los jóvenes -llámese joven a cualquier persona que aún tiene la capacidad de pensar, discernir, evolucionar, decidir, aceptar y transformar- pertenecen a un tejido social corroído por una “cultura” impuesta adornada con falsos destellos, con verdugos como la sociedad, el estado y los medios los cuales manipulan y alienan para lograr el principal objetivo que es la castración mental, ya que no es de su conveniencia que “el pueblo” piense, evolucione, cuestione, cree y se libere; ambos tienen una relación de simbiosis a expensas de la dignidad del colombiano, por un lado le limitan las posibilidades económicas, las oportunidades culturales, la libertad de expresión, los derechos laborales y tristemente cambian la mentalidad del empleado convenciéndolo que el tener un trabajo es un favor recibido y que debe someterse y agradecer la caridad que le han brindado, por el otro, son víctimas de la enajenación, se les imponen ídolos baladíes (reinas, modelos, cantantes populares, etc.) y colman su tiempo con programas que desinforman, tergiversan, asustan, y solazan (realities, noticieros ultra derechistas, novelas, parodias radiales, comedias obtenidas por franquicia, etc.) todo esto patrocinado por quienes tienen el control de la situación y no les conviene perderlo, por eso adormecen, automatizan y envejecen a la población, mutilando así su capacidad de reacción.


¿Qué destruye más rápido que trabajar, pensar, sentir sin una necesidad interior, sin una elección profundamente personal, sin placer? ¿como autómata del “deber”?
Friedrich Nietzsche


El hombre moderno Colombiano, hijo del tercer mundo, ha visto que sus sueños económicos se han transformado en despidos y recesión; que en su entorno ha crecido fuertemente la población empleada en la economía informal, con ocupaciones en su gran mayoría precarias; que su vida transcurre en la mayor desprotección y sujeta a graves peligros, entre ellos el asesinato con alta impunidad por grupos de exterminio paramilitares y terroristas según las evidencias de ideología solo equiparables al nazismo.


“…todo sube pa’l que es pobre, la comida y la tristeza y el promedio de las balas que le dan por la cabeza...”
1280 Almas

…Pues si, no hay epílogo, no hay respuestas, no hay fin...


Yo, como muchos, deseo que las cosas cambien, deseo aportar al cambio, y por ahora solo quiero que quienes deseen se pregunten también: ¿Será que nos despertamos?, ¿será que nos ayudamos a despertar?, ¿será que dejamos de sobrevivir para empezar a vivir?, ¿será que dejamos al conformismo y a la mediocridad de lado?, ¿será que algún día dejamos de ser tercermundistas? y ¿será que nos curamos de esta “modernidad”? ¿DE QUIÉN DEPENDE?

Se debe ser superior a la humanidad por fuerza, por altura del alma, -por desprecio…
Friedrich Nietzsche