lunes, febrero 07, 2005

+PERSPECTIVA/ El hombre moderno Colombiano, hijo del tercer mundo

Lo que va a leer a continuación no es la verdad absoluta, no es la respuesta a algo, es más bien una serie de preguntas que me hago diariamente cuyas respuestas deseo encontrar. También quiero que usted se cuestione y que formule sus propias respuestas, por lo menos con inquietudes empiezan a surgir ideas. Mi sugerencia: no piense como nadie más, piense como solo usted lo hace (así admire a Nietzsche o a Kant) y despierte más inquietudes en los demás.
No temo que me vean con ojos objetivos y que me critiquen, no temo que no les guste, mas bien aspiro a que lo que escribo a continuación les genere alguna reacción. Disfrútenlo y los invito a que escriban sus comentarios en esta página.


No se que hacer, soy todo aquello que no sabe hacia donde dirigirse –suspira el hombre moderno… De esta modernidad estamos enfermos
Friedrich Nietzsche


En los años cincuenta se acuñó el término “Tercer Mundo” para referirse a los países de Asia, África y América Latina poco avanzados tecnológicamente, con economía dependiente de la exportación de productos agrícolas y materias primas, altas tasas de analfabetismo, crecimiento demográfico galopante y gran inestabilidad política, hoy, medio siglo después, en la era de la tecnología inalámbrica, en la que se pueden hacer viajes turísticos al espacio y cuando en los países “desarrollados”, entre otras cosas, el derecho a la educación no es vulnerado, un país con tantas posibilidades geográficas y económicas como lo es Colombia no se ha podido liberar aún del desdeñoso apelativo “tercermundista”, ¿será que no ha podido, no ha querido o no le han dejado? ¿Qué o quienes somos Colombia?

La ignorancia acucia, golpea y limita la mentalidad del hombre “moderno” colombiano; la mediocridad, la masificación, la pereza mental, el querer ser como los demás, ocasiona la pérdida de la autenticidad, mutila la creatividad solo porque es más fácil y más seguro estar protegido por “el montón”. Todo esto se ve reflejado en gran parte de la población colombiana y los efectos son: crecimiento lento e irregular, pobreza persistente, injusticia social e inseguridad personal; por otra parte, muchos colombianos están ávidos de democracia, desean una sociedad civil cada vez más articulada y activa, están exigiendo la participación ciudadana en el diseño de las políticas públicas, y su implementación. Esa afanosa búsqueda de soluciones a través de la democracia, abre importantes posibilidades de acción para políticas renovadoras; urge pensar en nuevas ideas y en aspectos cruciales, entre ellos: ¿cómo diseñar políticas económicas con rostro humano?, ¿cómo articular estrechamente las políticas económicas y las sociales?, ¿cómo mejorar la equidad al pertenecer al continente más desigual del todo el planeta? Pero, lamentablemente, el mal manejo de todos los recursos, la política del clientelismo, la ambición desmedida, el dinero y el poder concentrado en unos pocos tienen al país plantado en un cejo desde donde cada vez mirar hacia arriba es menos esperanzador.

Por ejemplo, los niños colombianos sufren de irrespeto, desamor y tienen un alto riesgo alimentario, las elevadas cifras de pobreza del país son aún mucho mayores en los infantes, muchos de éstos trabajan obligados por la pobreza y en muchos casos en condiciones que afectan seriamente su salud y a costa de su educación, se tiene conocimiento de las altas cifras de niños que mueren anualmente a causa de enfermedades prevenibles o controlables en las zonas más oprimidas del país.

¿Qué sucede entonces con los jóvenes? Quienes tienen la suerte de no tener precedentes tan caóticos no se salvan del influjo de una sociedad tan indocta y amañada como la de este país. Los jóvenes -llámese joven a cualquier persona que aún tiene la capacidad de pensar, discernir, evolucionar, decidir, aceptar y transformar- pertenecen a un tejido social corroído por una “cultura” impuesta adornada con falsos destellos, con verdugos como la sociedad, el estado y los medios los cuales manipulan y alienan para lograr el principal objetivo que es la castración mental, ya que no es de su conveniencia que “el pueblo” piense, evolucione, cuestione, cree y se libere; ambos tienen una relación de simbiosis a expensas de la dignidad del colombiano, por un lado le limitan las posibilidades económicas, las oportunidades culturales, la libertad de expresión, los derechos laborales y tristemente cambian la mentalidad del empleado convenciéndolo que el tener un trabajo es un favor recibido y que debe someterse y agradecer la caridad que le han brindado, por el otro, son víctimas de la enajenación, se les imponen ídolos baladíes (reinas, modelos, cantantes populares, etc.) y colman su tiempo con programas que desinforman, tergiversan, asustan, y solazan (realities, noticieros ultra derechistas, novelas, parodias radiales, comedias obtenidas por franquicia, etc.) todo esto patrocinado por quienes tienen el control de la situación y no les conviene perderlo, por eso adormecen, automatizan y envejecen a la población, mutilando así su capacidad de reacción.


¿Qué destruye más rápido que trabajar, pensar, sentir sin una necesidad interior, sin una elección profundamente personal, sin placer? ¿como autómata del “deber”?
Friedrich Nietzsche


El hombre moderno Colombiano, hijo del tercer mundo, ha visto que sus sueños económicos se han transformado en despidos y recesión; que en su entorno ha crecido fuertemente la población empleada en la economía informal, con ocupaciones en su gran mayoría precarias; que su vida transcurre en la mayor desprotección y sujeta a graves peligros, entre ellos el asesinato con alta impunidad por grupos de exterminio paramilitares y terroristas según las evidencias de ideología solo equiparables al nazismo.


“…todo sube pa’l que es pobre, la comida y la tristeza y el promedio de las balas que le dan por la cabeza...”
1280 Almas

…Pues si, no hay epílogo, no hay respuestas, no hay fin...


Yo, como muchos, deseo que las cosas cambien, deseo aportar al cambio, y por ahora solo quiero que quienes deseen se pregunten también: ¿Será que nos despertamos?, ¿será que nos ayudamos a despertar?, ¿será que dejamos de sobrevivir para empezar a vivir?, ¿será que dejamos al conformismo y a la mediocridad de lado?, ¿será que algún día dejamos de ser tercermundistas? y ¿será que nos curamos de esta “modernidad”? ¿DE QUIÉN DEPENDE?

Se debe ser superior a la humanidad por fuerza, por altura del alma, -por desprecio…
Friedrich Nietzsche

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